Fortaleza emocional, un superpoder al alcance de todos

Fortaleza emocional

Todos hemos deseado en algún momento tener poderes como el teletransporte, la invisibilidad, volar… Y es cierto que nos harían la vida más fácil, pero si pensamos detenidamente, existen habilidades que, aunque a priori puedan parecer menos fascinantes, resultarán mucho más útiles para nosotros, y la fortaleza emocional es una de ellas. 

La fortaleza mental o emocional la forman los diferentes recursos psicológicos que nos ayudan a afrontar situaciones adversas sin caer en procesos habituales como pensamientos negativos, parálisis o bloqueo, dudas, victimismo, sentirnos sobrepasados… La persona con fortaleza emocional es capaz de atravesar situaciones desfavorables y/o inesperadas manteniendo la calma, esto le permite ver lo que ocurre con perspectiva, sin dejarse llevar por lo que siente, y por tanto tomar decisiones adecuadas. Funciona como un mecanismo de adaptación ante las nuevas situaciones que van surgiendo en su vida, algo a lo que todos estamos expuestos. 

Sin lugar a dudas podemos contemplar la fortaleza emocional como una especie de “seguro de bienestar”. Todos estamos expuestos a situaciones adversas: retos, pérdidas, enfermedades, situaciones estresantes… independientemente de los matices, todo ser humano afrontará este tipo de experiencias. La fortaleza emocional es la herramienta que nos ayudará a sobrellevarlos de la mejor forma posible. Esto no significa que nos vayan a causar indiferencia, ya que las emociones negativas (miedo, tristeza, enfado…) tienen una función adaptativa, pero sí que atravesaremos estos procesos con más entereza, mayor control sobre nosotros mismos y sobre nuestra vida. Cuanto mayor sea la fortaleza emocional, más fácil resultará vencer la incertidumbre, identificar nuestros deseos y elegir el camino que queremos tomar. Afortunadamente, desarrollar la fortaleza emocional es posible.

Cómo adquirir fortaleza emocional 

Las personas que con poca fortaleza emocional suelen afrontar las dificultades de la vida con cierta fragilidad: se sienten vulnerables, negativos e indefensos, y de forma inevitable actúan de acuerdo a esos sentimientos, sin ser capaces de tomar las riendas de la situación. 

La gran ventaja de la fortaleza emocional es que no es algo que simplemente nos viene dado, como ocurriría con un superpoder, sino que se puede entrenar y desarrollar a lo largo de la vida. Existe una amplia variedad de fórmulas para potenciar nuestra fortaleza emocional, que solo van a requerir cambios en nuestro punto de vista: 

  • Buscar un motivo para vivir. La clave para mantenernos activos y en guardia en momentos desesperados es tener un motivo para vivir. Este motivo puede ser la familia (en el sentido más amplio), querer terminar un proyecto, querer llegar a algún lugar (físico o metafórico)… el motivo de vida no es juzgable, muchas veces ni tan siquiera lo elegimos conscientemente pero es definitivo en los momentos más difíciles ya que se convierte en nuestro motor, es aquello por lo que nos mantenemos fuertes y seguimos adelante independientemente de las circunstancias. El libro “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl, es un buen ejemplo de la importancia de esta motivación, que fue esencial para los supervivientes del holocausto nazi. 
  • Encontrar equilibrio entre pensamientos positivos y negativos. La tendencia a la negatividad es propia del ser humano: nos ayuda a vislumbrar posibles problemas y darles solución. Más allá de eso se convierte en un mal hábito que sin querer vamos alimentando. La manera de romper el sesgo de la negatividad es potenciar el pensamiento positivo. Al enfocarnos en pensamientos positivos no nos referimos a pensar de forma mecánica que la vida es maravillosa, sino a desarrollar la capacidad de ver cosas positivas o agradables que ocurren en la vida cotidiana y también en contextos desagradables. Normalmente estas tendrán dimensiones menos relevantes: el gesto amable de una persona, la visión de una imagen bonita, una sensación agradable… nos ayudarán a ir equilibrando la balanza. 
  • Desarrollar la autocompasión. Es habitual que ante situaciones adversas nos tratemos con dureza. Nos reprochamos por haber hecho, no haber hecho, rasgos de nuestra personalidad… Esta actitud crítica tiene como consecuencia directa hacernos más vulnerables e inseguros por lo que la propuesta es cambiar el discurso. Esto no significa dar por perfecto todo lo que hacemos, sino tratarnos como trataríamos a los demás: reconocer nuestros logros, ser tolerantes con nuestros errores y hablarnos con palabras amables. 
  • Tener sentido del humor. El sentido del humor nos permite ver la realidad desde otra perspectiva, algo especialmente útil cuando nos encontramos en situaciones difíciles. Salimos de la dureza o seriedad del momento que estamos viviendo y encontramos una vía de escape. Este sentido del humor también aplica a la manera en que nos tratamos: ser capaz de reírse de uno mismo es una gran fortaleza emocional, nos ayuda a no tomar las cosas de forma personal. 
  • Cambio o aceptación. Ante cualquier situación complicada el ser humano tiene siempre dos opciones: cambiarla o aceptarla. La clave lógicamente está es descubrir qué cosas puedo cambiar y en cuales no puedo intervenir porque no se pueden controlar, en ese punto entra la aceptación, que nos ayuda a encajar lo sucedido sin caer una y otra vez en dinámicas de reproche o culpa. 
  • Utilización de la lógica. Como decíamos anteriormente, las emociones tienen una función adaptativa, las necesitamos para superar situaciones difíciles, pero también es cierto que en ocasiones las emociones pueden bloquearnos. Para evitar que las emociones nos dominen debemos someterlas a debate. Una vez identificada la emoción debemos ver si es acorde a la situación, si viene provocada por cosas que podrían pasar pero no están pasando, si está sesgando la manera en que percibo lo que ocurre… En definitiva, plantear un debate entre razón y emoción. 

Independientemente de nuestras realidades, siempre existe un margen de mejora en nuestra calidad de vida ligado a nuestro bienestar psicológico. La fortaleza emocional es algo que podemos comenzar a entrenar desde este preciso momento siguiendo los pasos planteados anteriormente: la rutina y el día a día son los contextos ideales para empezar a hacerlo. Tomar contacto con nuestros pensamientos y emociones es el primer paso para empezar a gestionarlos, una guía muy sencilla para alcanzar un superpoder que sin lugar a dudas cambiará nuestras vidas. 

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