Productividad ecológica y el equilibrio de nuestros ecosistemas

Qué es la productividad en ecología

¿Tiene sentido hablar de productividad en el contexto de ecología? Sin lugar a dudas, sí. Para poder vivir en equilibrio con el medioambiente es esencial entender su funcionamiento, sólo de esa manera podemos garantizar su equilibrio… y nuestra supervivencia. 

¿Qué es la productividad en ecología? 

Cuando hablamos de productividad en el campo de la ecología nos referimos al grado de aprovechamiento de los flujos de energía, tanto en un organismo como en una comunidad o en un ecosistema. 

Entender el complejo funcionamiento de la mayoría de ecosistemas naturales requiere entender el papel que juegan las plantas, algas y bacterias fotosintetizadoras: son las responsables de que la energía llegue a las redes tróficas (redes de organismos que se comen unos a otros). Sin ellas, el flujo de energía se interrumpe y el resto de los organismos se quedaría sin alimento. 

Las plantas, algas y bacterias fotosintéticas actúan como productores. Los productores son organismos autótrofos, es decir, organismos que tienen la capacidad de autoalimentarse. Posteriormente estos organismos van a alimentar, dentro de su ecosistema, a otros que identificaremos como consumidores, o heterótrofos (organismos que se alimentan de otros). En definitiva, en cualquier ecosistema todos los miembros: herbívoros, carnívoros y descomponedores, dependen de las plantas para obtener energía. 

Eliminar las plantas supondría bloquear la entrada de energía al ecosistema y la comunidad ecológica colapsaría. No podemos olvidar que la energía no se recicla, por lo que debe reponerse constantemente. 

Productividad ecológica 

Para terminar de entender la productividad ecológica es importante comprender que se desglosa en dos niveles en función del tipo de actividades: 

  • Productividad primaria. Se refiere a la producción de nueva materia orgánica a partir de materiales inorgánicos, usando para ello la luz del sol; a este proceso se le llama fotosíntesis.

    Cabe destacar que gran parte de la energía asimilada por las plantas cuando hacen la fotosíntesis no se almacena como materia organizada, sino que la emplea en el proceso de respiración celular para formar sus propios hidratos de carbono, proteínas y otras sustancias que la planta necesita para poder desarrollar su actividad metabólica. La energía que no usa —el excedente— se almacena en los organismos vegetales. Ésta es la que se conoce como productividad primaria neta.

    La cantidad de energía que está almacenada en las plantas varía entre un 5% y un 25%. Ésta va a parar a los herbívoros cuando ingieren las plantas, y lo mismo sucede cuando los carnívoros se alimentan de los herbívoros. Se forma así la cadena alimentaria. 
  • Productividad secundaria. En la productividad secundaria la tasa de aprovechamiento de energía es diferente ya que los consumidores convierten en su organismo la energía química de los nutrientes que toman.

    Para poder estudiar los niveles de productividad secundaria es fundamental tener en cuenta la eficacia con la que los animales transforman los nutrientes que consumen en energía para su crecimiento, reproducción y desarrollo de funciones vitales.

    Los herbívoros asimilan desde un 15% hasta un 80% de la energía que hay en los vegetales que comen. Además, los que se alimentan de semillas y brotes son más eficaces a la hora de asimilar la energía. Sin embargo, el rendimiento energético en el proceso digestivo de un carnívoro es mucho mayor: entre un 60% y un 90%. 

Se dice que, si se considera el conjunto de todos los ecosistemas del planeta, la productividad total de la biosfera depende de la fotosíntesis y de la capacidad de asimilación de los organismos. Por ello incidimos en que la conservación del medioambiente y sus organismos es esencial para la supervivencia de toda la cadena, incluidos los seres humanos. 

Productividad y ecosistemas 

Las particularidades de cada sistema hacen que inevitablemente la productividad varíe de unos a otros. Si comparamos, por ejemplo, la tundra y el desierto, vamos a encontrar grandes diferencias en cuanto a los niveles de productividad. En el desierto, éstos son mucho menores en la tundra los ambientes acuáticos y terrestres están en comunicación. 

El ranking estaría, de menor a mayor productividad, encabezado por los desiertos, seguidos de las praderas y pastizales de clima templado, los ecosistemas de matorral y bosque bajo, bosque de montaña, sabana, bosques caducifolios y perennes de clima templado, selva tropical y pantanos, marismas y manglares. 

Así, los ecosistemas con mayor riqueza vegetal son los que se sitúan en niveles mucho más altos de productividad biológica. ¿El motivo? La diversidad en las especies de animales, que derivan en una mayor productividad secundaria. 

Gracias a los estudios ecológicos que se han realizado, se han podido trazar mapas que hablan de la productividad ecológica global que varía entre un 30% y 40% del total. De hecho, la productividad natural se puede mejorar recurriendo a técnicas de cultivo Intensivo, pero al mismo tiempo esto plantea un riesgo para el ecosistema que, en caso de que se haga una gestión incorrecta, puede sufrir daños irreparables. 

Paralelamente nos encontramos con el modo en que la acción del hombre influye en la pérdida masiva de biodiversidad y el cambio climático, generando un desequilibrio en la productividad de los ecosistemas, que a su vez acelera la desaparición de especies. Por ello, desde Ecoembes siempre hacemos un llamamiento a los ciudadanos para que dejemos la mínima huella medioambiental posible, y la forma más sencilla de hacerlo es separando y reciclando en el contenedor correspondiente todos los residuos que generamos en nuestro día a día. 

El reto a partir de ahora está en evitar la alteración y la sobreexplotación de los recursos naturales mediante nuestro consumo y nuestras actividades (agrícolas, industriales…), ya que esto podría significar la aniquilación de nuestros ecosistemas tal como los conocemos.

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