Los activos intangibles transforman las normas de los mercados 

Activos intangibles

El desarrollo tecnológico que hemos alcanzado a día de hoy hace que la cantidad de intangibles que posee una empresa sea cada vez mayor (nuevas tecnologías, datos, repercusión social…). Si en los años 70 los activos intangibles representaban aproximadamente el 17% del valor de las empresas, en el año 2019 esta cifra ascendió al 84%. A continuación, analizamos qué son los activos intangibles y la manera en que las empresas los cultivan.

Qué son los activos intangibles

Cuando hablamos de activos intangibles, nos referimos a los bienes no materiales que tiene una empresa, y que ofrecen un valor relevante para ella (muchas veces incluso una ventaja competitiva), aunque no siempre son fácilmente cuantificables. Hablamos de elementos tales como la experiencia, el conocimiento, la marca, patentes…

Para que un intangible pueda ser calificado como activo debe ser identificable y poder controlarse de algún modo por parte de la organización. Al mismo tiempo, es necesario que de forma directa o indirecta reporte algún beneficio económico a la empresa (ya sea repercutiendo en el aumento de las ventas, mejorando la productividad o reduciendo los costes).

A la hora de analizar los activos intangibles se pueden diferenciar seis categorías:

  • Reputación empresarial
  • Valor de marca
  • Propiedad intelectual
  • Licencias
  • Datos
  • Talento

De todos ellos, la reputación empresarial y el valor de marca son los más abstractos y difíciles de cuantificar y desarrollar, pero al mismo tiempo pueden llegar a tener un valor superior al de la planta productiva o el edificio donde se encuentra situada una empresa. Esto significa que las empresas tienen que dedicar grandes esfuerzos en el manejo de su reputación y su marca.

Activos intangibles y medioambiente

Existe una conexión entre medioambiente y activos intangibles, y es que los riesgos medioambientales a día de hoy pueden llegar a tener un gran impacto en la reputación de cualquier organización.

Conscientes de ello, las empresas e inversores dedican especial atención a los asuntos relacionados con su impacto social y medioambiental a través de ESG (Environmental, Social y Governance). Es indiscutible que muchas decisiones de inversión o financiación de las grandes empresas tienen un impacto en el devenir económico, social y medioambiental de nuestro planeta, y esa situación ha establecido una necesaria conexión entre el área de Finanzas y las metas de sostenibilidad de las organizaciones.

Las empresas deben proporcionar a los mercados, en particular a los inversores, información detallada acerca de su impacto social y medioambiental. De esto se deriva un inevitable compromiso con el entorno que lleva a las empresas a:

  • Establecer políticas y programas que les permitan tener un impacto positivo en su entorno más próximo. Esto significaría, por ejemplo, fomentar la igualdad, implantar políticas de conciliación, crear puestos de empleo locales e inclusivos…
  • Adherirse a iniciativas que permitan a la organización evolucionar en dimensiones sociales y medioambientales que sean fácilmente cuantificables. En este sentido, en Ecoembes por ejemplo, seguimos las pautas de Great Place To Work para lograr un entorno de trabajo saludable, con el impacto social que esto conlleva. Las acciones derivadas de este proceso nos han permitido obtener el reconocimiento de Mejor empresa para trabajar a lo largo de los últimos diez años.
  • Realizar inversiones en proyectos de carácter social o medioambiental. Esto significa que las empresas destinan parte de sus beneficios a ONG o que desarrollan proyectos propios para, por ejemplo, fomentar la investigación y el desarrollo (en el ámbito sanitario, tecnológico, medioambiental…), restaurar daños ocasionados en el medioambiente (reforestación, limpieza de océanos…) o paliar desigualdades sociales (mediante proyectos educativos, el desarrollo de infraestructuras para facilitar el acceso a agua potable…).
  • Establecer compromisos en su manera de hacer. Esto puede significar dejar de consumir una determinada materia prima, comprometerse al consumo de energías renovables, con el reciclaje y la reducción de residuos… En definitiva, reducir su impacto medioambiental en cualquier dimensión posible.

La ventaja competitiva de los activos intangibles

Los activos intangibles no se ven reflejados en los balances financieros, como ocurre con los tangibles, pero ayudan a las organizaciones a obtener ingresos y beneficios, lo que hace que se conviertan en una importante ventaja competitiva.

En la crisis de 2008 la inversión en tangibles cayó en picado y apenas se ha recuperado, pero a lo largo de estos años ha producido una consolidación de los activos intangibles. Las nuevas tecnologías han tenido mucho que ver en este proceso, ya que recursos intangibles como el software, el big data o el I+D juegan un papel fundamental para las organizaciones. Las empresas ya no sólo deben preocuparse de ofrecer un buen producto, sino que deben atraer talento, mantenerse en contante innovación, desarrollar nuevas soluciones y mantener una buena reputación. Es necesario cuidar todas estas variables para mantener una posición privilegiada en el mercado, pero al mismo hablamos de factores menos visibles y más difíciles de sustituir, comprender o copiar por parte de la competencia, por lo que no solo suponen una ventaja competitiva, sino que además será más sostenible en el tiempo.

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