Inteligencia emocional en el trabajo
El mercado laboral es cada vez más complejo y competitivo. Los candidatos suelen contar con buenas cualificaciones (incluso estar sobrecualificados), conocimientos técnicos, idiomas… ante esta situación la inteligencia emocional en el trabajo se desvela como un elemento diferenciador que representa un recurso muy valioso para quienes la poseen.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Cuando hablamos de inteligencia emocional nos referimos a la capacidad que tenemos los seres humanos de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.
Cada persona presenta un grado distinto de inteligencia emocional, del mismo modo que presentamos diferentes grados de coeficiente intelectual. En el contexto profesional la inteligencia emocional implica manejarse eficientemente ante cualquier situación que pueda producirse y un gran porcentaje del éxito laboral se debe a la aplicación de la empatía, a la capacidad de influir e incluso persuadir.
Entender y gestionar las emociones, tanto las propias como las ajenas, es especialmente importante cuando conocemos el impacto positivo que tiene su correcta aplicación en el trabajo:
- Alta satisfacción laboral, aumento del desarrollo profesional y menor ratio de rotación de personal en las empresas.
- Aumento del rendimiento y la productividad.
- Capacidad de afrontar nuevos retos con actitud positiva y de adaptarse a entornos de cambio, encontrando soluciones a los problemas que surgen en el día a día. Un concepto denominado “resiliencia”.
- Trabajadores más competentes socialmente, más emprendedores y hábiles a la hora de gestionar las frustraciones.
- Evitar el llamado síndrome de burnout o desgaste en el trabajo.
Habilidades que componen la inteligencia emocional
Daniel Goleman, creador del concepto “inteligencia emocional” y autor del libro homónimo, explica que son 5 las habilidades que componen la inteligencia emocional: el autoconocimiento, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales.
- Autoconocimiento. Nos permite comprender y conocer nuestros valores, sentimientos, estados de ánimo, metas y habilidades. En el trabajo, nos ayuda a conocer nuestros límites identificando, por ejemplo, los primeros signos de estrés o ayudándonos a comprometernos con una carga de trabajo asumible.
- Autorregulación. Se refiere a la capacidad de gestionar nuestras emociones para no tener que luchar contra ellas y evitar que se descontrolen, y/o el malestar que esto conllevaría. En un ámbito profesional, puede resultar de gran ayuda para gestionar la frustración, posibles conflictos por una carencia de comunicación o también para ayudarnos a ver las cosas desde otra perspectiva para valorar con cabeza fría un asunto y tomar decisiones correctas.
- Motivación. Es la habilidad de fijarnos metas exigentes, pero a la vez realistas, y lograrlas sin pensar en las dificultades que puedan presentarse. Motivar a los empleados supone, por ejemplo, mejorar el nivel de compromiso.
- Empatía. Tan simple, y complejo a la vez, como ponerse en la piel de los demás. Entenderles. Su aplicación en el clima laboral es determinante para lograr una atmósfera positiva que favorezca la colaboración y el trabajo en equipo.
- Habilidades sociales. Consiste en el conjunto de destrezas que nos facilitan la interacción efectiva con el resto de las personas. La comunicación no verbal sería un buen ejemplo, ya que es necesario que nuestro mensaje se interprete correctamente. Además, esto contribuirá a que la relación entre compañeros se afiance.
En Ecoembes, valoramos muy positivamente estas habilidades, porque no solo benefician a nuestros trabajadores, sino que además contribuyen a mejorar el clima laboral y el buen funcionamiento de la organización.
Cómo desarrollar la inteligencia emocional en el trabajo
Las personas con mayores niveles de inteligencia emocional tienen la ventaja de tener integrados varios recursos: son capaces de comprender mejor a los demás, son más resilientes y empáticos y desarrollan relaciones más sanas.
Teniendo en cuenta que en el trabajo nos encontramos con personas que no forman parte de nuestra vida por elección, es fácil que surjan tensiones y hostilidades en las que la inteligencia emocional sin duda marcará la diferencia.
Si no es una cualidad que tengamos muy desarrollada, afortunadamente podemos entrenarla. Es importante tener en cuenta las cualidades que componen la inteligencia emocional, ver qué presencia tienen en nuestra vida y analizar cómo podemos potenciarlas. También puede ser útil ampliar nuestro vocabulario de emociones básicas, ya que describir concretamente nuestro estado de ánimo nos ayuda a saber qué es lo que nos está pasando exactamente. No es lo mismo estar triste que decepcionado o enfadado. Como tampoco es igual sentirse alegre, orgulloso o bien aliviado. Por último, controlar lo que pensamos hace que vigilemos nuestro comportamiento y lenguaje corporal. Los sentimientos son el resultado de las emociones y de lo que pensamos sobre esas emociones.
En resumen, ser emocionalmente inteligente nos va a resultar muy útil. No es algo que podemos demostrar con un título, pero si consideramos que poseemos inteligencia emocional, es muy interesante recoger este dato en nuestro currículum vitae. Y, por supuesto, si notamos una carencia de inteligencia emocional, es esencial cultivarla, porque con ella vamos a lograr mejorar notablemente nuestro desempeño profesional y las relaciones laborales.