La agilidad emocional
La agilidad emocional consiste en reconocer las propias emociones y, sin negarlas, tratar de intentar descifrar qué intentan decirnos reconociendo que son como datos para tomar mejores decisiones pero nunca órdenes. Según los defensores de la agilidad emocional debemos mandar sobre nuestras emociones y siempre hacer que su influencia sobre nuestras elecciones nunca esté reñida con nuestros valores. El objetivo no es otro que avanzar y dar lo mejor de nosotros mismos. Es un concepto que se puede aplicar a nuestro rendimiento en el trabajo, a la relación con los compañeros, o a cualquier otro ámbito personal.
Agilidad emocional es un concepto extendido por Susan David
El concepto de agilidad emocional es una propuesta de la estadounidense y reconocida psicóloga Susan David de la universidad de Harvard, que al respecto señala que “las emociones son señales que nos indican aquello que nos importa. Estemos atentos, porque nos guían para actuar según nuestros valores”. Ella lo define como “la habilidad para convivir con nuestros pensamientos, emociones y recuerdos, de forma saludable y coherente con nuestros valores”.
Lo contrario a la agilidad emocional es estancarse en las emociones
Es decir, es todo lo contrario a la rigidez emocional que trata de estímulo y respuesta. Por ejemplo, en el entorno laboral, estancarnos en emociones que tratamos de ignorar, como no sentirnos lo suficientemente buenos, menospreciados por nuestros compañeros o desautorizados por los superiores en público nos lleva a adoptar unos patrones de comportamiento que en realidad nos apartan de nuestro propósito de crecimiento, de aquello que queremos llegar a ser. Nos mueven las reacciones, no los valores.
La cuestión de los valores es una de las principales diferencias entre agilidad e inteligencia emocional. Esta última no es un concepto moral. Conlleva la idea de entender nuestras propias emociones y las de los demás, pero no de usar este conocimiento para la manipulación, por ejemplo.
La necesidad de conectar nuestras emociones con nuestro mundo interior
La respuesta que da Susan David para lograr esa agilidad emocional tan necesaria es conectar con nuestros valores para ver las cosas con perspectiva de manera que nuestras emociones nos sean de utilidad y sirvan para ayudar a la gente. No se trata de controlarlas, sino de usarlas.
Ejemplo de un error que pone Susa David es pensar “no soy feliz en mi trabajo, pero al menos tengo un trabajo, así que no debería sentirme así”. Es un intento de acallar una emoción, una actitud totalmente contraproducente que no soluciona nada y que según el concepto de agilidad emocional sólo va a conseguir amplificar esa emoción y que ese pensamiento vuelva reiteradamente a nuestra mente lo que nos hace sin saber no tomar buenas decisiones.
La clave en el concepto de agilidad emocional es, a través de un nivel razonable de compasión, ser amables y honestos con nosotros mismos, de manera que al abrirnos a experimentar la realidad tal cual es, aunque sea negativa, estaremos más motivados y nos sentiremos más seguros para acometer los cambios que necesitamos y lograr el éxito.