Competencias profesionales, si no las desarrollas no vales

competencias profesionales

¿En cuántos momentos de la vida habremos escuchado si tal o cual persona es competente o no para un determinado puesto? ¿Tenemos claro cuáles son los requerimientos para serlo? ¿En qué se basan los responsables de recursos humanos para reconocer nuestra competencia profesional?

Cualquier candidato puede saber mucho y tener un curriculo brillante pero si no es capaz de poner en práctica todo su conocimiento no será una persona de utilidad para la organización. Esta sería de una definición muy sencilla de lo que todos entendemos por competencia profesional, es decir, la capacidad para poner nuestros conocimientos en práctica y lidiar de forma resolutiva con cierto nivel de dificultades que se pueden presentar en el día a día. Ello requiere de otras habilidades y destrezas.

A modo de ejemplo, según el Informe de Competencias Profesionales y Empleabilidad del CES (Consejo Económico y Social de España) entre las más buscadas están: responsabilidad y compromiso con los objetivos de la organización; iniciativa y dinamismo; capacidad para trabajar en equipo; actitud creativa; disposición al aprendizaje continuo; inclinación a la innovación y a aprender nuevos métodos de trabajo; búsqueda de la calidad; orientación al cliente; habilidades  de comunicación y capacidad para el esfuerzo, la flexibilidad o la organización.

Pero, ¿Qué son las competencias profesionales?

Por supuesto, al margen de estas competencias, que se han dado en llamar ‘transversales’ o ‘soft skills’, hay unas competencias técnicas específicas de cada puesto que de denominan ‘hard skills’ y unas competencias básicas que se exigen prácticamente a todo el mundo como leer, sumar… a parte claro está de unos requerimientos mínimos sociales de conducta como puntualidad, respeto a las pautas de convivencia, sentido común o higiene personal.

Ahora bien, cada persona puede participar en el desarrollo de sus capacidades profesionales a lo largo de su carrera laboral y esto es algo positivo que la organización en la que trabaja debe fomentar porque al fin y al cabo va a redundar en su competitividad.

Una manera de hacerlo es a través del ‘aprendizaje organizacional’. Es un proceso de innovación y transformación dentro de las organizaciones que nació en la década de los 60. Se basa en la capacitación profesional indirecta y continua mediante la cooperación entre los miembros del equipo a través de la comunicación, el diálogo y la detección individual y colectiva de errores. El fin es que la información se transforme en conocimiento y éste se traduzca en una mayor productividad.

Otra manera de aumentar las competencias profesionales es mediante la puesta en marcha por parte de la organización de acciones formativas planificadas tras determinar qué competencias son requeridas. Esto se puede conocer a través de entrevistas o distintos métodos o test de evaluación.  

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